Tempestas
Estalla la tormenta en lontananza.
Mis huesos, que son perros, ladran a la luna.
Las nubes se deshacen en mi carne,
que mura los vestigios de aquel amor prohibido.
El viento no propaga las palabras,
las devora, silencioso, con dientes de destino
mientras un todo vuelve a la bruma
y los ojos, cuarteados, son pasto del recuerdo.
El tiempo se detiene en las distancias,
donde un beso llaga las flores de mi estío:
el eco de la noche me convence.
La lluvia carmesí nos atrapa
de nuevo. Sus garras que son flores
me devuelven a mis dioses caídos.
Hazel Messiatz (26/03/2014)
Me gustó especialmente.
ResponderEliminarUn saludo :)
Me alegra que te guste, aunque últimamente, cuando alguien me dice eso, releo y veo dos o tres fallos. :P
ResponderEliminarUn saludo. ;)