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sábado, 3 de mayo de 2014

Inmolemos el Dios a nuestra sangre, al camino

Inmolemos el Dios a nuestra sangre, al camino

Que el tiempo me resbale por la frente
cual gotas de sudor y de esperanza
―no quiero ser esclavo de las arras
que boquean entre espasmos en mi mente―,

ese yerro de mis dedos en el éter
desnudo de longevas ambrosías
y lunas de papel que son esquirlas
de almas confundidas en sus preces.

Sonoro arrebol de tus tambores
será mi cuerpo, dragón de lo infinito
que se muestra en el mugir del cementerio.

Mi voz se reencuentra en todo Hombre.
Mi fiebre es la canción de los Sentidos.
Mi mente se dilata en el Silencio.


Tus cadenas resquebraja mi avenida
mientras muerdes mi ser con tu alabastro:
tu veneno es hoy inocuo en mis estrofas.

Hazel Messiatz (en algún momento del viaje hacia mí mismo)

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